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La Crucifixión
La mayoría de personas no puede evitar sentirse horrorizada al contemplar la crucifixión de Cristo. Es natural, ya que la muerte por crucifixión era el precio máximo a pagar en ese entonces y en cualquier momento. “¿Cómo puede un Dios amoroso y todopoderoso hacer pasar a Su único hijo por esto?” es un pensamiento común.
Lo que la mayoría de gente piensa y se le ha dicho acerca de la crucifixión de Cristo es que es el último sacrificio. Sin embargo, esta es una perspectiva humana y trágica y no debe fomentarse. Más bien, debemos esforzarnos por verlo desde una perspectiva divina, la forma en que debe verse, es decir, como el último y precioso regalo de Dios, transmitido a la humanidad a través de la Santísima Virgen María en el cuerpo del niño Jesús.
Jesús entró en este mundo en un humilde pesebre y salió de este mundo venciendo a la muerte en la tumba a través de Su gloriosa resurrección.
Nada puede siquiera acercarse a esto. Ni siquiera el más poderoso de los poderes de la Tierra, ni la mayor riqueza de todo el universo.
¡Nada!
Cuando vemos la Crucifixión de Cristo desde su perspectiva abrumadora y eterna, podemos comprender mejor que cualquier dolor y sufrimiento que encontremos en nuestra vida no solo es insignificante, y ni siquiera puede compararse con el regalo glorioso de la eterna alegría en el paraíso, sino…